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HISTORIA DE LA IGLESIA


1.6 Los Primeros Padres


Mientras los emperadores romanos derramaban la sangre de los cristianos, los escritores y filósofos paganos trataban en sus escritos de difamarlos y ridiculizar las practicas de la nueva religión.

Tampoco le faltaron a la Iglesia, malos hijos que atacaron su doctrina y enseñaron errores que se llamaron herejías.

Por aquel entonces suscitó Dios Nuestro Señor a santos y doctos varones, quienes con su palabra y sus escritos desmintieron las calumnias de los paganos y reputaron las falsedades de los herejes.

Durante los dos primeros siglos, las persecuciones provocadas por los Emperadores Romanos, las calumnias de los judíos contra los cristianos, y el querer de los filósofos paganos de ridiculizar la doctrina de la Iglesia suscitaron los primeros defensores de la Iglesia llamados Padres Apostólicos y Padres Apologistas.

Los Padres Apostólicos fueron aquellos escritores eclesiásticos, contemporáneos con los Apóstoles, quienes se distinguieron por su ciencia y santidad. Los principales fueron San Clemente Papa, murió en el año 100. El Pastor de Hermas hermano del Papa Pío I, San Ignacio, Obispo de Antioquía y los autores Anónimos de la Carta de Bernabé y la Didaké o Doctrina de los doce Apóstoles.

Los Apologistas, fueron los primeros defensores públicos de la fe, eran sabios cristianos, que con sus escritos defendieron la doctrina de la Iglesia y el culto cristiano. Y así pusieron de manifiesto la Santidad de la Iglesia. Entre ellos Sobresalen San Justino, mártir en Roma; San Ireneo; Tertuliano , Orígenes y San Cipriano.

Como ejemplo del fervor de los Santos Padres, citamos a continuación el relato del martirio de San Cipriano, que es uno de los monumentos más venerables de la antigüedad cristiana:

--"¿Tú eres Tascio Cipriano?" le dijo el procónsul ante el cual lo habían llevado. "Lo soy".
--¿Tú te has hecho Papa de esos hombres sacrílegos?" "Sí".
--"Los santísimos emperadores han ordenado que sacrifiques" "No lo haré".
--"Reflexiona... Haz lo que se te ha ordenado" "En cosa tan justa no hay lugar a reflexión".

Galerio, el Procónsul leyó entonces el decreto siguiente; "Ordenamos que Tascio Cipriano sea muerto con espada".

Cipriano dijo: "Gracias sean dadas a Dios".

Llevado al lugar del suplicio, el obispo mandó que se le pagasen al verdugo veinticinco piezas de oro.